de Patricio Torres, el
Sábado, 9 de marzo de 2013 a la(s) 18:41 ·
Aun cuando el liderazgo de las mujeres mapuche es
reconocido y ha sido importante en la articulación de nuevos espacios, como el
mantenimiento y socialización de la cultura y la lengua propias, el importante
papel específico que las mujeres cumplen en la producción de conocimiento y
reproducción cultural mapuche, en la práctica, aún no ha sido plenamente
desarrollado, valorado e integrado al interior de pueblo mapuche...
La
participación de la mujer mapuche en las luchas de su pueblo no es un fenómeno
reciente. La historiografía oficial ha consignado la participación de Fresia,
Guacolda y Tegualda como combatientes en el tiempo de la conquista español, “al
lado de los grandes caudillos, sus complementos femeninos” (Cáceres, 2008:
Págs. 4-5). También el caso de Anuqueupú, quien como inan toki, segundo general
al mando (1585-86), tras la muerte del Toki Guepotaen de Llifén, territorio al
sureste de Villarrica, “resolvió tomar el relevo de la lucha en defensa de su
territorio (…), procediendo a aliarse con las fuerzas militares que comandaba
su hermano Quechuntureo”, señalándose, además, que ella “aprendió las artes
militares, como lo era para todos y todas las jóvenes Mapuche de la época”
(Cáceres, 2008: Pág. 5).
La
presencia femenina mapuche en lucha por los derechos de su pueblo, señalan los
autores, representa un movimiento constante en la historia de esta sociedad. En
un análisis de este fenómeno durante el siglo XX la Charlotte Mattus señala
que, si bien, “fueron excluidas de las acciones políticas y públicas,
representaron un eje primordial en la resistencia cultural”, al ser “depositarias
del espacio mágico-religioso (machis) y reproductoras del orden biológico y
cotidiano de su pueblo” (Mattus, 2009: pág. 13).
La
primera mujer que es destacada en el ámbito público es Herminia Aburto
Colihueque, quien, como miembro del directorio de la Federación Araucana,
organización caracterizada por su gran tradicionalismo cultural, en 1933 se
presentó a las elecciones municipales. A pesar de no resultar electa, su
participación resulta simbólicamente muy relevante, ya que recién en 1931 se
había logrado obtener el derecho al voto municipal y su representación para las
mujeres (Mattus, 2009: pág. 14).
También
en la década de los 30´ aparecieron las primeras organizaciones mapuche de
mujeres. La Sociedad femenina Araucana Fresia, la Sociedad Femenina Tegualda de
Chol Chol y la Alianza Femenina de Quecherehue, que participaron en el Congreso
Nacional Araucano de 1939. Cuestión que se asocia al fortalecimiento de los
movimientos de mujeres en Chile, no obstante, según Charlotte Mattus (2009)
esto, más bien, permite visualizar la permanente presencia de las mujeres en la
lucha mapuche, reclamando un espacio político en una coyuntura histórica y
cultural de occidente [1] (págs. 14-15).
Al
respecto la autora considera que existe, más bien, una “invisibilidad analítica”
de las mujeres Mapuche, se refiere en particular a “los documentos que hacen
referencia a los derechos de las mujeres en Chile” (Mattus, 2009: pág. 7).
Teniendo en vista que, para la autora, por otra parte, la visibilidad analítica
consistiría en considerar la diferenciación de género con base en la etnicidad,
para así problematizar la singularidad de las mujeres mapuche en tanto ausentes
del debate público, coincidimos en que, en muchos casos, los análisis
simplemente no han dado cuenta de la lógica interna de la sociedad mapuche,
cuestión a la que ya nos referíamos en ensayos anteriores.
El
caso de Bartola Gineo [2], dirigente mapuche del sector Maquehue que en los
años 50´ que confronto a jueces y latifundistas ante el abuso de la usurpación
de tierras, constituye un ejemplo de lo mencionado en el párrafo anterior. Este
personaje femenino, destacado por Foerster y Montecinos (1988) en un texto
sobre “organizaciones y líderes mapuche”, representa el caso de muchas mujeres
mapuche anónimas que “lidiaron activa y vigorosamente frente a los atropellos e
injusticias vividas por las reducciones” (Mattus, 2009: pág. 21).
Los
procesos de participación de la mujer en el marco de las organizaciones
sociales mapuche, presenta matices a lo largo del siglo XX, “en los años 70 en
el surgimiento de las demandas de tierra, culturales y políticas en el
movimiento indígena, las mujeres tenían el papel de ´acompañamiento social´ y
estaban excluidas de la toma de decisión y de la participación activa”
(Callamard en Mattus, 2009: pág. 6).
En
la década de los 80´s, durante la dictadura militar, aparecen nuevas
organizaciones de mujeres en las comunidades con el objetivo principal de
“recuperar la medicina tradicional o desarrollar el trabajo de la textilería
artesanal” (Mattus, 2009: pág. 21). Actualmente, se constata la existencia
organizaciones de mujeres mapuche, en la Región de la Araucanía, por ejemplo,
las organizaciones Weichafe Domo y Newen Domo, está última constituida por seis
organizaciones de base, mientras que en la Región del Bío Bío la organización
Rayen Voygue [3].
Las
mujeres mapuche entrevistadas por Mattus (2009) se refieren a la situación de
desigualdad en que se encuentran respecto de la población en general, “la
escasa cobertura de las postas de salud, la falta de información sobre los
servicios de salud existente en zonas rurales. Los planes de educación sexual,
de planificación familiar (interculturales) y de violencia intrafamiliar no son
suficientes” (pág. 12). La autora, además, coincide con lo señalado por
Melillan Collinao, “la situación de discriminación en que las mujeres mapuche
se encuentran, en casi todos los aspectos de sus vidas, pero sobre todo en
materia económico-social [4], están triplemente discriminadas como mujer, como
indígena y como pobre[5]” (pág. 8).
La
criminalización del movimiento se ha intensificado en los últimos años, lo que,
según Patricia Richards (2005), obligaría a las mujeres mapuche a transformar
sus esfuerzos en el sentido de teorizar su subjetividad, “estos conflictos y el
carácter complejo de los derechos mapuche son de central importancia en los
esfuerzos de las mujeres mapuche por teorizar su subjetividad” (Richard. 2005:
págs. 199-200), de este modo, un aspecto central de la lucha de las mujeres
mapuche guarda relación con la forma en que la sociedad mapuche entiende su
papel en las reivindicaciones como pueblo originario. Sin embargo, esta tarea
aún cuenta con pocos avances, debido a que “la negociación entre su doble
pertenencia, su manera de vivir sus derechos como mujer mapuche, y no solamente
como mapuche, sería más difícil porque se siente primero solidarizada con la
lucha de su pueblo en general” (Mattus, 2009: pág. 32).
Así,
aun cuando el liderazgo de las mujeres mapuche es reconocido y ha sido
importante en la articulación de nuevos espacios, como el mantenimiento y
socialización de la cultura y la lengua propias, estas “se encuentran hoy día,
si quieren hablar de género, en un doble conflicto: contra el estado y contra
su comunidad”, lo que “es muy difícil de hacer en un contexto de violación de
los derechos de su pueblo” (Mattus, 2009: pág. 32). Si bien en los países
latinoamericanos, las mujeres indígenas han ganado en reconocimiento de sus
derechos, el importante papel específico que las mujeres mapuche cumplen en la
producción de conocimiento y reproducción cultural [6] (Ana Millaleo, 2011:
págs. 3 y 4), en la práctica aún no ha sido plenamente desarrollado, valorado e
integrado al interior de pueblo mapuche.
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Por Ronny Alejandro Leiva Salamanca. Psicólogo,
diplomado en Género y Derechos Humanos y Derechos de los Pueblos Indígenas,
egresado de la maestría de Sociología de las Organizaciones en la UNMSM.
Integrante del Grupo de Trabajo Mapuche por los Derechos Colectivos (GTDC
Mapuche) y del Colectivo Editorial de Mapuexpress. Mail: raginelwe@gmail.com
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