jueves, 2 de febrero de 2012

Explorando Noruega: Jostein Gaarder

Coincidieron varias cosas: me operé de cataratas, por lo cual el sentido de la vista tomó gran relevancia para mí. Recibí de regalo no hace mucho un lector electrónico y después de bajar de Internet montones de libros, decidí dedicar estas vacaciones principalmente a leer. Aprovechar todo lo que pudiera de estos regalos: ojos nuevos, el lector electrónico e Internet. Y además sin saber bien cómo me encontré con un blog nuevo que quería utilizar con un nombre que también me salió solo: Explorando
Entre los libros estaba esta Vita brevis de Jostein Gaarder y aunque he leído muy poca literatura relacionada con lo religioso que me inspira bastante rechazo y que conocía al autor por “El mundo de Sofía”, que a pesar de haber sido una especie de best seller para estudiantes de filosofía de enseñanza Media, no me entusiasmó mayormente, me embarqué en su lectura. Total, era una novela corta y yo estaba con energías y quería explorar. Me llevé una sorpresa. Me gustó. La protagonista de la carta intercalada es una mujer muy culta, capaz de superar traumas y muy moderna. Lo que dice tiene plena vigencia.  Y algo me dio que pensar.

Jostein Gaarder (8 de agosto de 1952, en Oslo) es un escritor noruego autor de novelas, historias cortas y libros para niños.
La novela Vita brevis de Jostein Gaarder relata del supuesto Codex Floriae,  carta que la ex concubina de Agustín de Hipona  (San Agustín) escribió tras la lectura de las Confesiones, narración autobiográfica en la que éste nos cuenta el camino de su conversión del paganismo a la fe cristiana. Agustín por propia voluntad y bajo la influencia de su madre, Mónica, opta por la continencia alejada de todo placer y sensualidad. 
 
Al tratar de averiguar más sobre Floria, ella es apenas mencionada como concubina de Agustín cuando éste aún no se había convertido al cristianismo. Floria dice:
“Me es grato que aún recuerdes los fuertes lazos que nos unían. Bien sabes que nuestra unión fue algo más que un común y fugaz concubinato, tan propio del hombre antes del matrimonio. Convivimos en fidelidad durante más de doce años y también nació nuestro hijo. No pocas veces la gente con la que nos topábamos nos tomaba por marido y mujer según la ley. A ti te gustaba pues pienso que te hacía sentir orgulloso, aunque hay muchos maridos que se avergüenzan de sus mujeres….”
Floria  rechaza el que la haya repudiado, no por falta de amor, sino por abominar de todo lo que significa sensualidad: “permanecimos juntos hasta que Mónica (madre de Agustín) o Continencia nos separó a la fuerza dejándonos a los dos con heridas sangrantes.
Nuestra vida en común se sostenía desde el primer momento sobre una base intensamente sensual, pues los dos rendíamos culto a Venus….”
Agustín dice al respecto en sus confesiones: “Amar y ser amado era lo más dulce para mi, sobre todo si llegaba a gozar del cuerpo de la persona amada. Así ensuciaba la vena pura de la amistad con la inmundicia y nublaba su candor con la sombra tartárea de la lujuria”.
Floria: ….“No ocultas, pues, el profundo e intenso desprecio que sientes por Venus, por ella, Aurelio, que era el puente cubierto de alhajas entre nuestras dos almas solitarias y asustadas. Pero eso no es todo, también desprecias ahora los demás placeres que ofrecen los sentidos. Y aún hay más, pues incluso llegas a despreciar a estos. En verdad te has convertido en un eunuco”.
Pasado un tiempo, vuelven a encontrarse. Floria narra la agresión de la que fue objeto por Agustín en ese encuentro amoroso: «Una tarde, cuando habíamos compartido de nuevo los regalos de Venus, te volviste de pronto airado hacia mí y me golpeaste. ¿Recuerdas que me golpeaste? ¡Tú, precisamente tú, que antaño fuiste un respetable profesor de Retórica, me pegaste brutalmente porque te habías dejado tentar por mi ternura! Sobre mí recayó la culpa de tu deseo… Obispo, pegaste y gritaste porque me había convertido de nuevo en una amenaza para la salvación de tu alma. Cogiste una vara y me golpeaste de nuevo. Pensé que querías acabar con mi vida porque eso hubiera sido para mí lo mismo que castrarte. Pero yo no temía por mi vida, sólo estaba destrozada, tan decepcionada y avergonzada de ti que recuerdo claramente que deseé que me mataras de una vez». …
Floria es increíblemente actual en algunos de sus planteamientos: ….”no fui yo a quien atacaste aquella mujer, fue a Eva, honorable obispo: fue a la mujer. Y no quiero que olvides que quien comete una injusticia contra una persona, amenaza a muchas.
Como vaticinio de lo que ha sido la mujer en el mundo cristiano:
”Me había convertido en el sangrante chivo expiatorio necesario para que se te abrieran las puertas del cielo”.
 
JUAN JOSÉ TAMAYO (AUTOR DE ‘LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN EL NUEVO ESCENARIO POLÍTICO Y RELIGIOSO’ (TIRANT LO BLANC, VALENCIA, 2009). | DIRECTOR. DE LA CÁTEDRA DE TEOLOGÍA Y CC. DE LAS RELIGIONES DE LA UNIV. CARLOS III DE MADRID):
 
“Cada vez resulta más frecuente ver a hombres de Iglesia -obispos, sacerdotes, religiosos, dirigentes de movimientos eclesiales, etcétera- participando en manifestaciones contra la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio homosexual o el divorcio y a favor de la escuela católica, de la enseñanza de la religión en la escuela o la financiación pública de la Iglesia católica. Más infrecuente es oírles criticar la violencia de género o participar en manifestaciones contra ella. Más bien, todo lo contrario. Critican la teoría de género y la responsabilizan de fomentar la violencia contra las mujeres. Creo que los hombres de Iglesia tienen una responsabilidad no pequeña en dicha violencia, al menos como legitimadores, cuando no como generadores de la misma."
Amor y sexo son concuspiscencia, pecado para el obispo son hasta los sueños eróticos: …”¿Es que no es poderosa Tu mano, Dios omnipotente, para sanar todas las enfermedades de mi alma y extinguir con una mayor profusión de Tu gracia los movimientos lascivos de mis sueños? … para que mi alma, libre de la concupiscencia viscosa, vaya tras de Ti y no se rebele contra sí misma, para que ni aun en sueños cometa actos tan vergonzosos como la polución del cuerpo, junto con las imágenes sensuales, sino que ni siquiera consienta en ellas. Para un ser todopoderoso como Tu no es gran cosa…el hacer que ya nada me deleite o me deleite tan poco que pueda rechazarlo fácilmente mientras duermo y se trate de un afecto puro”.
Pero Agustín reniega de los placeres de la carne y de los de todos los sentidos. Floria dice: “también escribes que estás dispuesto a prescindir para siempre de las tentaciones del olfato. Yo me pregunto entonces, honorable obispo: qué queda entonces de nuestra vida sobre la tierra. Porque también el oído acecha, según tu, con sus peligrosas tentaciones….
Al final de la carta le dice al obispo con justificado dramatismo y sorprendente actualidad: «Siento escalofríos porque temo que lleguen tiempos en los que las mujeres sean asesinadas por hombres de la Iglesia de Roma». Y plantea una pregunta escalofriante: «Pero, ¿por qué se las habría de matar, honorable obispo? Porque os recuerdan que habéis renegado de vuestra propia alma y atributos, pensáis. ¿Y en favor de quién? En favor de un Dios, decís, en favor de Él que ha creado el firmamento que os cubre y la tierra sobre la que viven las mujeres que os dan a luz».
Ese temor se ha hecho realidad históricamente en innumerables ocasiones. Las mujeres no pueden ser sacerdotisas, están excluidas de espacios sagrados, no son libres en el ejercicio de derechos sexuales y reproductivos. Social e históricamente han sido discriminadas, si pertenecían a altas clases sociales, el matrimonio como único futuro, confinadas en sus casas, dedicadas a las labores "propias del sexo", sin saber leer ni escribir. Trabajando como bestias si son de otras clases no acomodadas. Ultimas en el eslabón de la miseria.  Y nadie se hace responsable, se culpabiliza a las mismas mujeres por la violencia que sobre ellas se ejerce. 
"…..Tengo miedo, Aurelio. Tengo miedo de qué puedan llegar a hacer algún día los hombres de la Iglesia a mujeres como yo. No sólo por ser mujeres sino porque, creadas por Dios como tales, os tentamos a vosotros, tal y como Dios os ha creado, como hombres. Piensas que Dios ama más a los eunucos o castrados que a los hombres que aman a una mujer. Ten cuidado, pues, con alabar la creación de Dios, porque Él no ha creado al hombre para que se castre."
La antigua compañera de Agustín, que ha leído, ha estudiado y ahora es profesora de Retórica, dice a los hombres de Iglesia que, si Dios existe, los juzgará por los placeres a los que han dado la espalda y por negar el amor entre hombre y mujer. La carta termina comunicando Floria Emilia al obispo que si fue él quien se ocupó de hacerle llegar sus ‘Confesiones’ para que se bautizara, no le va a dar esa satisfacción: «No recibiré el bautismo, honorable obispo. No temo a Dios. Tengo la sensación de que ya vivo con El… “

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